sábado, 29 de mayo de 2010

Redescubriendo Espuña

29 de mayo de 2010. La primavera va tocando a su fin. De hecho este fin de semana, las temperaturas ya van alcanzando en la costa valores propiamente veraniegos. No obstante, pensamos que en la sierra, y por encima de los 1000 metros aun mas, todavía debe de hacer un tiempo agradable. Es por ello, porque queremos probarnos de cara a las salidas vacacionales que nos aguardan, y porque le debemos a Sierra Espuña la oportunidad que tantas veces le negamos exclusivamente por cercana y accesible, por lo que hemos decidido dirigirnos este fin de semana allí, dejar el vehículo y adentrarnos en la Sierra con la idea de pernoctar.
De verdad que la experiencia no nos ha defraudado. Espuña nos ha devuelto con creces la confianza que hemos depositado en ella este fin de semana, despues de tantos años de buscar mas lejos lo que tenemos tan cerca.
Paisaje de media montaña, cumbres cubiertas de pasto, manadas de muflones, roquedos inaccesibles, escaladores, escursionistas, flora y fauna, paisajes duros y agrestes, domingueros, scouts, cerveza muy fría como solo se saborea tras una caminata o una navegada. Silencio, estrellas y luna, los sonidos de los animales junto a la tienda, los campos cubiertos de amapolas...
En fin, os lo cuento:
Salimos del Centro de Visitantes, 730 metros. de altitud, construcción, otrora en ruinas, de esas que últimamente van proliferando o han proliferado en épocas de bonanza económica y que sirven fundamentalmente para atraer domingueros, que luego hay que orientar.

En el Centro de Interpretación


Tras abandonar el vehículo en el aparcamiento de esa instalación iniciamos el camino por la pista que desde aquí parte camino de Collado Bermejo. Nosotros tras las primeras curvas la abandonamos para empezar el ascenso por una senda bien marcada y señalizada en demora del cortafuegos. El sendero llanea unos metros por su interior antes de reanudar la ascensión por la solana no protegida del propio cortafuegos.





La Moriana. Cortafuegos


Poco mas adelante se va difuminando la instalación forestal y el sendero se separa hacia el oeste a una cota de 1150 metros, por donde en agradable paseo y por una ancha y cómoda senda vamos a recorrer la umbría de Peña Apartada observando las estupendas vistas que de la vertiente norte de Río Espuña se nos ofrecen durante todo el trayecto.


Umbría de Peña Apartada

De esta forma y, casi sin darnos cuenta, nos plantamos en Collado Bermejo (1201), encrucijada de caminos serranos y corazón de las vías de comunicación que surcan la sierra. El día aun de azules intensos y limpios cielos invita al descanso a las sombras de los árboles. El calor primaveral, aun no nos sofoca, pero el agua fresca es bienvenida.


El siguiente tramo de nuestra caminata, podríamos decir que es el menos agradable. Se trata del ascenso por la carretera militar hasta el pozo Mangueta. El caminar por asfalto nunca resultó de mi agrado, y menos si es cuesta arriba. Las vistas de la vega del río Espuña, nos animan los primeros metros, pero luego solo queda carretera y el ascenso hasta nuestro objetivo tras 2850 metros de caminata y a 1380 metros de altitud.
Una vez en el Pozo Mangueta, tomamos una pista de herradura que con algún repecho, nos hace cubrir los 1000 metros que separan de los pozos de Murcia.



Pozo de Mangueta


Es este un paraje que la menos en las fechas en que lo visitamos ofrece una belleza especial. Las ruinas de los pozos, el verdor de los prados, el intenso silencio reinante, así como el frescor que se empieza a sentir al tiempo que nubes cada vez mas abundantes ocultan el sol. Este fue el lugar elegido para comer, reponer fuerzas y descansar, tras 3,5 horas de caminata, en las que hemos cubierto 10500 metros y salvado un desnivel global de 650 metros

Pozos de Murcia
Pozos de Murcia
Después de descansar un rato, nos espera la parte final de la jornada, que no es otra que el descenso al collado Blanco y a Prado Mayor. Para ello atravesamos en descenso un bosquecillo repoblado, con los árboles alineados perfectamente y numerosos de esos ejemplares muertos, con las copas desgajadas y tiradas en el suelo, se supone que por el efecto de alguna nevada.
Al salir del bosque seguimos el descenso por Los Carrascales, un pedregoso y pelado barranco, que tras una leve curva hacia el suroeste, abandonamos siguiendo el sendero que nos encarama en Collado Blanco.

Los Carrascales

Desde este punto, hay una espectacular vista de las paredes de Leiva, sobre el tapiz de pinar que cubre el lecho del valle. Hacia el oeste, se abre la verde planicie de Prado Mayor, que al menos en estas fechas tardo- primaverales, hace honor a su nombre y resulta un extenso y verde prado enmarcado por montañas.
A pocos metros, tomamos en descenso la pista que nos llevará junto a la fuente Blanca, cuyas frescas aguas repararán en parte las pérdidas sufridas durante el día.

Valle de Leiva desde Collado Blanco
Ya descargados de peso y con 13 kilómetros a las espaldas, nos dedicamos a buscar el lugar idóneo en el que colocar la tienda para pasar la noche, y que encontramos en un pequeño declive, que nos oculta de la vista de las casas, junto al inicio del barranco de Malvariche y frente a la mole del morrón de Arriba, sobre un lecho de hierba y suelo blando y húmedo por las fuertes lluvias de la víspera.
Antes de que el sol se ponga, nos queda reponer de agua nuestras provisiones y montar la tienda, al tiempo que paseamos por la zona, muy cambiada desde mi última visita en alguna navidad por principios de los años 80.




El atardecer nos pilló preparando unas migas que repusieran, quizás con creces, las calorías consumidas durante el día, y regadas con el vino transportado para que no faltara en el acompañamiento del plato.



Una vez anochecido, la temperatura bajó varios grados pese a lo avanzado de las fechas y no vinieron mal los forros y chaquetones antes de meternos definitivamente en la tienda para descansar



Amanecimos temprano, serían las 6,30 h. cuando nos despertamos y abrimos la tienda con vistas al Morrón de Arriba para con un humeante café en las manos, avistar con los prismáticos, varias familias de muflones en las cumbres.
Un calórico desayuno a base de embutidos de la tierra, regados con buen vino, nos templaba el cuerpo para el nuevo día, para rápidamente recoger la tienda, volver a montar las mochilas y con los primeros calores, dirigirnos hacia la fuente para asearnos antes de iniciar la única ascensión del día a Collado Blanco.





Desde allí el descenso ya será continuado hasta La Perdiz, a lo largo de todo el valle de Leiva a la sombra de sus majestuosas paredes. Dos horas nos toma hacer este recorrido que aunque cómodo llega a hacerse algo monótono.
Ahora sí, rodeados de domingueros, fluye la rubia por nuestras sedientas gargantas, aunque aun nos queda ir a por el coche bajando al “cauce” de Río Espuña y ascendiendo después hasta la casa forestal de Huerta Espuña y el Centro de Visitantes.



Ya motorizados y de vuelta en La Perdiz, un arroz con conejo, pone fin a la acampada.